viernes, 6 de julio de 2007

Capos, ma non capellos

Con el cambio de gobierno extremeño se suceden las intervenciones en relación a los nombramientos venideros y las expectativas que generan en la ciudadanía, en la mayoría de tales intervenciones se consideran aceptables y necesarios los nombramientos de los Consejeros. Asimismo se espera que ese giro de rumbo y suelta de lastre se confirme con los nombramientos de los nuevos Directores Generales, Jefes de Servicio, Asesores... que permitan airear estancias y espacios enrarecidos o rancios. Quiero destacar la última intervención en este sentido:


TRIBUNA EXTREMEÑA

Capos, ma non capellos

AGUSTÍN MUÑOZ SANZ/

CON el nombramiento del nuevo presidente de la Comunidad Autónoma de Extremadura se estrena una interesante etapa en el devenir de esta vieja tierra que ha estado huyendo de sí misma durante siglos, asustada por sus propios fantasmas. Sentadas las bases del desarrollo, la región empieza a encontrarse y a tenerse respeto. Pero no debemos echar las campanas al vuelo de lo deseable sino tener los pies en el suelo de la realidad. El nuevo presidente Fernández Vara nos invita al trabajo y a madrugar. Como madrugador impenitente que soy, me permito exponer esta reflexión sobre el trabajo, a modo de maitines u oficio de lectura que dé la bienvenida al recién estrenado gobierno de la Comunidad, al que le deseo suerte en su cometido.


En Extremadura, sufrida 'matria' del Jarrapellejos magistralmente descrito por el colega Felipe Trigo, hemos avanzado, aunque nos falta todavía camino para alcanzar al veloz grupo de cabeza. No sólo en grado de desarrollo, sino en mentalidad. En los últimos años se ha hecho la obra civil del edificio y la sociedad que lo habita va despertando de un letargo de siglos. La Administración autonómica, después de las transferencias, está prácticamente completa. Somos autónomos, pero, ¿también autosuficientes, en el sentido de bastarnos a nosotros mismos? Supongo que habrá veredictos o criterios para todos los gustos. Como debe ser en una sociedad plural. En mi opinión, el avance llevado a cabo en el tejido social extremeño, entendiendo por tal el mundo de la empresa, la universidad, los profesionales liberales y asalariados, la sanidad, los medios de comunicación y otros muchos campos, ha sido bastante positivo. Mas, con el mismo convencimiento, digo que tenemos un notable déficit democrático en las actitudes de determinados personajes de la Administración -pocos, pero sonados- quienes, tal vez porque se sienten amparados por el poderío de sus líderes ¿protectores? y también debido a la pertinaz sequía de cuadros intermedios, se aposentaron antaño en sus puestos 'per secula seculorum': hoy aquí y mañana allí, pues -si me permiten el dicho vulgar- duran como un martillo de orejas metido en manteca colorá. De modo tal que algunos han llegado a adquirir (autoconcederse) un sentido de propiedad del cargo: se han hecho dueños del cortijo institucional que administran, un nefasto suceso para el avance decoroso de la mayoría, una lacra para la sociedad. Así no hay quien avance. Porque sucede que no pocos de estos utilizan el nombramiento digital, que previamente han bautizado de infalibilidad papal, sintiéndose dueños y señores absolutos de la parcela de poder que les tocó en el reparto. El resultado no puede ser peor: esta clase de mandón de favelas con ideología testicular se preocupa más por dejar claro quién es quién en el organigrama que en alentar y promocionar a los empleados valiosos. ¿Para qué demonios sirve el currículo? ¿Qué hay que hacer -aparte de dorarles la pildorilla- para lograr la complacencia de los capadores de ilusiones? ¿Qué méritos deben sumar los trabajadores leales al sistema, fieles servidores entregados a la cosa pública, discretos con los fallos, negligencias, nepotismos y cacicadas de sus mandos, y pisoteados moralmente por los neo-Nerones de la gestión? Se está cometiendo una estafa social de alcance imprevisible. No son raros los casos de profesionales como la copa de un pino que han optado por irse a otros lugares (emigración del talento), o se plantean el exilio exterior o interior o, simplemente, languidecen en sus puestos, en una suerte de estado vegetativo, aburridos de pelear contra la ineficacia, la estulticia y la mala baba de jefecillos y jerifaltes varios. El grado de baboseo, intrigas, delaciones y comisarios pelotillas que surgen, nunca por generación espontánea, alrededor de los jarrapellejos cortijeros es verdaderamente descorazonador. Debería interesar a los que están más arriba en la pirámide del poder porque de nada vale su propio talante, y su talento, por mucho que les haya servido para situarse, si los 'cortapichas' de un poco más abajo no dejan de podar los cada vez más yermos campos de la ilusión profesional. Existen casos muy concretos en instituciones muy concretas que claman al cielo. Se podrían citar ejemplos lamentables de fuga consumada (¿como en los años cincuenta del siglo pasado!) por el inaguantable ninguneo, o los que ahora están atando las maletas de la emigración con las cuerdas de la rabia, la impotencia y la amargura que les supone amurarse ('Percanta que me amuraste...') contra su voluntad. Se darían nombres si sirviera para algo; pero me temo lo peor porque, cuando se advierte de uno de estos atropellos, el que oye y no escucha la queja -plantado más arriba en el escalafón de cargos- suele argumentar que el atropellador «es un buen gestor». Pobre e ingrata respuesta que recuerda aquella aplicada a un imbécil cuando, perdidos los argumentos, se dice que es buena persona. 'Mu' buena persona.

Deberíamos tomar nota de la política de personal del Real Madrid CF: no basta ganar la liga y tener fama de mandón para gestionar en la entidad; se exige algo más. Capello, el técnico del primer equipo, no ha conectado con el público (la sociedad), ni con el gobierno de la entidad (la directiva), ni con la mayoría de los jugadores (los profesionales). Así que, los consejeros le han dado puerta antes de que la depuradora guillotina arrebañe la cabeza de alguno de ellos. Y, hablando de cabezas, insistimos una vez más y no cejaremos en el empeño hasta la todavía lejana jubilación: en Extremadura hacen falta cerebros cualificados, no melenas al viento de la oportunidad. Por cerebros cualificados entendemos lo siguiente: testas preparadas, inteligentes pero, sobre todo, sensibles y dialogantes, 'másters' en democracia y relaciones humanas, que no sólo sepan llevar bien las cuentas, sino que traten al personal de forma honorable. Los profesionales de cualquier institución no son ovejas modorras ni guarros de montanera que se pueden alimentar, estabular y sacrificar según dicte el interés económico del ganadero. Los pastores actuales conducen sus rebaños de ovejas con GPS (tecnología punta) y, sin ser 'migueleshernández', tratan al ganado con mimo casi paterno; mientras, hay gestores de lo público, desnortados por su peculiar GPS (Gilipollez, Prepotencia, Soberbia), que fustigan a los profesionales con el látigo del desprecio. Desaprovechamiento intolerable de los recursos en una región donde no sobra ni una neurona.

¿Aprovechar los recursos, dice? Un gestor que sólo gestiona los recursos materiales y desdeña o manipula a su antojo los recursos humanos es un peligro social, un talibán que lapida voluntades, un falso administrador. A veces se tiene la impresión de que a determinados políticos, acaso debido a la distancia que les separa del suelo de lo cotidiano o porque andan aquejados del mal de altura de los cargos, cuando se les habla de las cabezas poco pensantes de sus hombres de confianza (¿si ellos supieran en quienes confían!), lo que parece importarles es sólo el efímero peinado de la gestión y no si hay cualidades humanas dentro de las desalmadas calaveras. Cualidades humanas que son menos tangibles que las cifras y los números, pero que resultan vitales en la normal dinámica de una organización moderna.

Después de casi 30 años trabajando para la Administración, dedicado en cuerpo y alma al sistema público, por vocación y devoción, estoy en condiciones de solicitarles, señor Presidente, señoras Consejeras y señores Consejeros, un cambio radical de posturas y, sobre todo, de posturitas. Bien temprano, en plena 'madrugá' de su gestión. Creo que necesitamos, como diría un visitante italiano con beca Erasmus, 'Capos, ma non capellos'. No sobra añadir que por 'capos' entendemos la acepción amable de la Real Academia de la Lengua: cabezas o personas de poder y prestigio, no jefes de la camorra. Y, en cuanto a los 'capellos', hay que cortarlos de raíz. Ventilar calaveras. Es el mejor tratamiento contra la piojería.

AGUSTÍN MUÑOZ SANZ es médico y escritor

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