No todo es Microsoft o Apple. Hay programas que se pueden copiar y modificar. Por la cara y legalmente. Charlamos en Madrid con Richard Stallman, el mesías de esta revolución.
PARA un cara a cara con Richard Stallman (Nueva York, 1953), el mesías que inventó el software libre y popularizó el término copyleft (que promueve la copia), es necesario hacer los deberes y llenarse la cabeza de conceptos. El inventor de la primera alternativa a los sistemas de Microsoft (Windows) y de Apple (Mac Os) tiene manías de estrella: no viaja sin colchón hinchable y da conferencias en calcetines. Sus peculiaridades van más allá de los hábitos. Como reconoce, está "medio sordo", y aunque habla español, hay que pronunciar cada sílaba alto y claro porque está "igual de sordo en todas las lenguas". Y se enfada si no se distingue entre conceptos como GNU/Linux y Linux. Nos aclara por qué: "Creamos [el sistema operativo libre] GNU en los ochenta, pero para ejecutarlo en una máquina hacía falta el núcleo, Linux, un elemento que creó un estudiante finlandés, Linus Torvalds [entonces, en 1991, de 21 años]. El problema es que la gente llamó al conjunto Linux, y no GNU/Linux".
EP3 juega con ventaja. Stallman comparece agotado tras tanta charla en el madrileño Medialab-Prado, donde criticó a Microsoft y Apple y se distanció de la comunidad Linux, que, según él, se ha apartado de la verdadera doctrina al preocuparse por el código -las instrucciones que sigue un ordenador para ejecutar un programa- y no por la solidaridad social.
EP3. Sus teorías se basan en la libertad y la solidaridad. ¿Qué requisitos ha de cumplir un software para ser libre?
Richard Stallman. Debe permitir al usuario utilizar el programa como desee; estudiarlo y adaptarlo; dar la opción de ayudar al prójimo distribuyendo copias y de beneficiar a la comunidad repartiendo versiones modificadas. Un software que da estas cuatro libertades es libre porque sus sistemas de distribución y uso son éticos. Si no, es privativo y es una dictadura. Microsoft lo es: vigila, restringe y ataca. Sus programas hacen cosas malévolas...
EP3. ¿Cómo cuáles?
R. S. Plantean un dilema moral. Si un amigo le pide una copia del programa tendrá que elegir entre dos males: ofrecérsela y romper la licencia, o negársela y respetar el contrato. Conozco dos soluciones al problema: no tener amigos o rechazar el software privativo. Ésta última es mi remedio.
EP3. Su teoría es ideal, pero en la práctica tiene fallos. La mayoría de los usuarios no puede ejercer los derechos que defiende porque no sabe cómo hacerlo.
R. S. Si alguien quiere ser programador, hay un solo camino: elegir software libre y aprender a programar. Es más fácil porque se puede leer su código.
EP3. La Free Knowledge Foundation (FKF), que lidera usted, ha dedicado su energía a crear programas no privativos. Pero se ha despreocupado de crear una comunidad libre capaz de programar.
R. S. En la FKF somos pocos..., pero hay miles de escuelas que forman programadores. ¿Por qué deberíamos desperdiciar el tiempo haciéndolo nosotros? Eso sí, las escuelas tendrían que enseñar software libre. Algunas multinacionales imponen sus programas privativos regalando copias a los institutos para crear dependencia. Es como la droga. La primera dosis sale gratis, pero cuando eres adicto toca pagar.
EP3. Ha criticado Gmail. ¿Por qué?
R. S. Mejor no confiar sus correos a una empresa. Y menos aún si es de EE UU.
EP3. ¿Hay alternativas?
R. S. La FKF tiene servidor de correo.
EP3. ¿Todos podemos abrir una cuenta?
R. S. No. Pero un grupo puede montar su propio servidor de correo.
EP3. Conocer el código fuente no sirve de nada si no se sabe programar.
R. S. Pero el usuario puede contratar a alguien para que modifique un programa.
EP3. ¿No está en contra del negocio?
R. S. No soy comunista, no quiero eliminar el negocio. Pero algunas empresas convierten al consumidor en prisionero.
EP3. ¿Qué opina de la crisis musical?
R. S. Las multinacionales merecen fracasar, han comprado leyes para atacarnos. No estoy en contra de producir discos y venderlos si se pueden compartir copias. Esto no significa eliminar el derecho de autor. Mis ideas dependen del uso que se haga de la obra. Distingo tres tipos de creaciones: las de uso práctico; las que transmiten el pensamiento, y las de arte y diversión. Las prácticas deben ser libres. El software es un ejemplo. No sirve para admirar su código fuente. La finalidad de un programa es ser ejecutado. Es como una receta. Imagina que un día el Estado dice a los cocineros: "A partir de hoy, si copiáis o cambiáis una receta os llamaremos piratas y os meteremos en prisión". La tendencia de copiar, cambiar y mejorar programas no es casual. Es una consecuencia lógica.
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