martes, 3 de abril de 2007

Los Kalash: los descendientes de Alejandro Magno

Los Kalash o Kafir son una comunidad étnica muy pequeña que vive únicamente en tres remotos valles del Norte de Pakistán: Bumburet, Birir y Rumbur, no son musulmanes y siguen practicando su antigua religión animista en la que la adoración de las estatuas juega un papel esencial. Se consideran descendientes de soldados macedonios de Alejandro Magno. Aunque tal teoría no ha podido ser demostrada, sí es cierto que este pueblo nada tiene que ver con el mundo que le rodea.

Sólo unos pocos miles han sobrevivido. Se ubican en las laderas escarpadas de los montes, a unos 2.000 metros de altitud. Cada poblado está rodeado de terrazas cultivadas, de canales de riego surtidos por manantiales de las montañas, y de pastos, que proporcionan la base para el estilo de vida alpino característico de los kalash. Llama la atención el esmero que ponen en el decorado de sus hogares, con dibujos geométricos y mitológicos que incluyen cuernos de cabra tallados o el rosetón macedonio (símbolos alejandrinos).



Su cuidado personal tam
bién es esmerado. Las mujeres elaboran complicados tocados que adornan con conchas de colores, cuentas y otros útiles. Su larga cabellera, sus numerosos collares y sus coloridas ropas contrastan con las de sus vecinas musulmanes. Sólo las mujeres siguen vistiendo a la antigua usanza. El vestido femenino se llama piran (en la imagen de la derecha vemos en la parte superior el traje típico Macedonio y abajo el el traje típico Kalash). Largo, amplio, de color negro y rematado con vistosas cenefas, está ceñido al cuerpo por un cinturón de lana ricamente ornamentado. Sobre la cabeza, una especie de corona de conchas y cuentas de vivos colores que se prolonga por la parte trasera como un largo faldón, conforma el tocado tradicional, denominado susutr. Las mujeres Kalash llevan el pelo corto pero dejan crecer ciertos mechones, hasta cinco, para hacer largas trenzas, una de las cuales siempre parte de la frente. Como no pueden peinarse o arreglarse el pelo en las casas, puesto que es considerado impuro, han de hacerlo en la orilla del río. Los hombres kalash se distinguen de los musulmanes porque llevan mostacho en vez de barba...

Los kafires viven de la ganadería y la agricultura. Las ovejas, cabras, maíz, arroz y otras hortalizas forman la base de su alimentación. Las cabras también son muy importantes para los Kalash: son consideradas como seres puros y su cuidado está a cargo de los hombres. La riqueza se mide según el número de cabras que uno posee. Es llamativa también la red de canales que construye y mantiene este pueblo para conseguir el agua que baja de las montañas. Ocuparse de la ingeniosa red, formada por piedras y troncos, es tarea de las mujeres, los hombres se encargan de las tareas más pesadas como el sembrado y la recolección de la cosecha. La vid es sagrada, siendo un sacrilegio consumirla o tocarla antes de la vendimia. En Pakistán, el consumo de alcohol está prohibido. Bumburet, Birir y Rumbur, los valles Kalash, son los únicos lugares del país donde es legal hacer vino.


Existen tres grandes festivales: el de Joshi, a mediados de mayo, es una celebración de la fecundidad. Durante los meses de verano, tiene lugar el Uchao, que termina con una noche entera danzando. El Uchao coincide con el regreso de los pastores, que bajan de las montañas acompañados de una enorme cantidad de queso. Finalmente, el solsticio de invierno marca el punto de partida del más majestuoso de los festivales, Chaumos. Docenas de cabras son sacrificadas a los pies del mahandeo, el altar del “gran Dios”, de cuyas piedras salen cuatro cabezas de caballo talladas en madera. En todos los festivales, hombres y mujeres danzan en grupo, acompañados por el monótono sonido de tambores y flautas.


Las casas son de madera y piedra, construcciones sencillas, constan de una habitación central en forma rectangular donde se sitúa el fogón. En algunas viviendas no hay ventanas y, en otras, son de tamaño muy pequeño. Las familias ricas tienen casas de dos pisos. No existen los cuartos de baño, ni el agua corriente. Las mujeres deben ir al río a traer el agua necesaria. En el techo de las viviendas, hay un agujerito que funciona como chimenea.



Es el único pueblo animista de la zona. Sus dioses son innumerables, y en ocasiones especiales se les ofrece como sacrificio alguna cabra. Además de dioses, su mitología alberga espíritus, ángeles, demonios e incluso adoran al fuego y a los antepasados. El padre de los dioses es Imra, Gischt es el dios de la guerra y Bagsit es el dios del agua y la fecundidad. Algunas de estas deidades se parecen a los del panteón griego, como Balumain, cuyos atributos recuerdan a los de Apolo: el sol, el caballo, la luz y el cuervo. El shaman (dehar) es el encargado de comunicarse con ellos, tendiendo un puente entre el mundo natural y el sobrenatural. Entre los objetos de culto podemos encontrar ídolos o totems de madera decorados con patrones geométricos y altares situados al aire libre, en arboledas o en lo alto de las colinas.

En el mundo kalash los muertos no son enterrados, sino que se colocan en un ataúd sin cerrar y se abandonan a la naturaleza. Sus tradiciones también suponen la existencia de templos, donde se celebran las fiestas y se ofrecen los sacrificios. Las mujeres se excluyen de estos rituales.

En cuanto a los matrimonios, se llevan a cabo por acuerdo de los padres, y pago de la dote. Desde muy niña la mujer tiene escrito su destino. Las normas femeninas son muy severas e incluso deben separarse del poblado y pasar la menstruación en una construcción de piedra a tal efecto, que además sirve para atender los partos.


Es curioso
también el hecho de que algunos de ellos sean rubios de ojos claros. Su lengua es extraña para todos sus vecinos. Se trata de uno de los pueblos más enigmáticos del mundo. Rodeados de creencias islámicas beben vino, disfrutan de la música e incluso las mujeres danzan entrelazadas por la cintura. Sus ceremonias son un gran atractivo para otros pueblos de los valles de Pakistán. Su forma de vida es otro mundo en unos pocos kilómetros aislados por las montañas.